Las despedidas ya se van acabando... Ya va llegando el momento de decir adiós de verdad, de preparar maletas y empezar a recordar este momento como algo bonito, como la oportunidad de conocer a gente extraordinaria pero que debe emprender el camino de regreso a casa, como yo haré terminando el segundo semestre.
Es algo triste, pero a la vez resulta mágico poder tener experiencias de este calibre, poder inmiscuirte en la vida de otras personas, dejar tú huella en ellos, como también ellos lo han hecho en tí. Tener la posibilidad de que con el paso de los años, podamos recordar este hecho como algo que nos enriqueció, que nos aportó muchas cosas, que nos ayudó a madurar a unos o a seguir madurando a otros. Esta aventura nos ha puesto en el camino posibilidades realmente maravillosas, hemos aprendido a experimentar sentimientos nuevos en nuestras vidas, a entablar amistades de seis meses que perdurarán por siempre en nuestros corazones, a desarrollar la empatía suficiente para escuchar al otro, sin importarte qué te estuviera contando porque realmente era importante para él.
Muchos aprendimos también a ser más asertivos, a primero escuchar y después rebatir. Esta aventura nos bridó la oportunidad, además, de comprender realidades diferentes, estilos de vida dispares, formas de pensar diversas, comportamientos particulares... Y bueno, alguno de nosotros pudo vivir la experiencia completa, permitiéndose querer de un modo hasta entonces desconocido. Alguien puede decirme que algo así no es maravilloso?
Ahora es el momento de hacer inventario de todo lo vivido, de todo lo que han visto nuestros ojos y sentido nuestra alma. Si pensamos en la cantidad de cosas que ha supuesto este primer semestre, creo que fuimos unos privilegiados al poder participar, al cien por cien, de esta experiencia.
Es cierto que también huvo llantos, momentos de desesperación, ocasiones en las que cualquiera de nosotros hubiera dado lo que fuera por haber vuelto a casa, aunque tan solo hubiera sido un instante. Tuvimos, por supuesto, puntos de vista diferentes en algunas cuestiones, dificultades económicas, momentos de querer estar solos y que nadie nos molestara... Todo eso es verdad. Pero, sobre todo y por encima de todo, nos tuvimos los unos a los otros (espero que eso siga siendo igual). Pudimos entender la importancia de ayudar al otro, aunque en el fondo no nos conociéramos mucho. Y lo mejor de todo fue que no lo hacíamos por quedar bien o porque eso fuera lo correcto, sino porque nos salía del corazón, porque realmente todos estábamos en la misma situación y de una forma u otra, podíamos enteder perfectamente por lo que estaba pasando o lo que estaba sintiendo esa persona...
Fueron buenos momentos, ¿verdad chic@s? Ahora, desde mi cuarto, en el que tantas veces estuve antes de que lo fuera, escribo estas palabras y no puedo controlar la nostalgia. Pero no estoy triste, sin embargo. Aprendí que la vida te ofrece situaciones maravillosas, pero perecederas, te pone oportunidades en tu camino que debes vivir justo en ese momento, porque son efímeras. Quizás, en otra etapa de mi vida hubiera sentido una pena honda y pensaría que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Ahora, en cambio, entiendo que así debe ser porque, realmente así, valoramos las experiencias que van marcando nuestra vida. De otro modo, perderíamos la capacidad de sorprendernos, como en su día perdimos la inocencia. ¿Alguien recuerda ese momento? Fue como si perdiéramos una parte de nosotros, algo que nos hacía vulnerables pero a la vez verdaderos. Creo que vivir experiencias únicas, de alguna manera, sigue también esa lógica y es por eso por lo que no pueden, por lo que no deben perdurar.
Muchos de vosotros os preguntareis que porqué o para qué tanta reflexión. La respuesta es sencilla, porque este sería el último encuentro que compartiríamos todos juntos: nuestro "amigo invisible" en el Parque Tangamanga. (No olvido, sin embargo, a los que no estuvieron)
Pensamos que un bonito final para esta historia de cinco meses sería, sin duda, un intercambio de regalos. Algo que, de alguna manera, reflejara nuestros sentimientos a través de un objeto tangible. Así es que hicimos nuestros papelitos con los nombres de todos y, en "estricta confidencialidad", se nos asignó uno... En realidad creo que daba igual quién nos tocara, porque lo importante era el detalle.
Así es que llegado el día acordado, nos fuimos al Parque Tangamanga a hacer entrega de nuestros regalitos. La idea era ir a comer ahí y pasar un rato de convivencia, cosa que logramos llevando unos ricos pollitos, unos refrescos y unas papitas. Nos acompañaron también los padres de Pao, que vinieron a secuestrarla y llevársela de San Luís antes de lo acordado.
Bueno, pues ahí anduvimos un ratillo medio tristes, medio alegres, intentando hablar de todo para que no se escaparan las lágrimas y siempre bromeando y diciendo pendejada y media.
Después de comer y de esperar al profe que, como siempre llegaba tarde (es que el día anterior fue la fiesta en casa de Rocío y todos los que fuimos andábamos medio crudos) llegó el momento del intercambio y, poquito a poco, nos fuimos dando nuestros regalitos.
Al final, todos felices con nuestros presentes, pero también con un sabor agridulce que nos recordaba que la aventura llegaba a su final.
En definitiva, fue algo muy lindo y creo que todos teníamos, de alguna forma, una especie de nudo en la garganta porque ya sí que no quedaban más despedidas, no nos quedaba tiempo para más. La experiencia llegaba a su fin. La mayoría de "los de movilidad" volverían en pocas horas a su casa, a su cotidianeidad, a su realidad. A mí me tocaría, sin embargo, esperar algunos días más, junto a Ceci, para comenzar mis vacaciones con los chicos, a lo largo de la República.
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Hola Merchita bonita, preciosa de mi corazón...
ResponderEliminarPues si, eso de las despedidas es algo duro, pero necesario jeje...la verdad es que fue muy difícil aunque no puedo negar que al vovlver a casa y encontrar a toooda la gente que te quiere y de la que no te habías separado por tanto tiempo, esta ahi y al fin puedes darles un gran abrazo, me da mucho gusto saber que pronto estaras en casa y podras sentir esto y yo estaré feliz por tí aunque triste de ya no tenerte aqui en el país...
Los quiero mucho y los extraño a toooooooooodos
Me da mucho gusto que aún sigas leyendo estas páginas... De alguna manera eres protagonista de todo esto!! Y bueno, como dices las despedidas son tristes, pero necesarias. Así aprendemos a valorar las cosas buenas de la vida. vosotros fuisteis lo mejor de la aventura. Sabeis que os quiero mucho.
ResponderEliminarHOLA MI WERITAA..PS AKI LEYENDO TU BLOG QUE COMO SIEMPRE HACE QUE ME SALGAN MIS LGARMITAS..
ResponderEliminarTE KIERO MUUXO YA LO SABES..PERO LO QUE HUBO EN EL PARQUE NO FUE UNA DESPEDIDAA....LO QUE VIVIMOS ES PARA SIEMPRE....
Gracias, mi querida AFIDN!!! Estoy de acuerdo contigo, lo que vivimos no sólo en el parque, sino todo el tiempo que duró la aventura, fue para siempre... Ojalá y todos podamos recordar esos momentos y nos logren, cuanto menos, robar una sonrisa.
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